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Individualismo vs Colectivismo

Artículo de Craig Biddle (Traducción de Francesc Garcia Gonzalo)

Versión original en inglés publicada en The Objective Standard, Vol. 7, No. 1.


El conflicto político fundamental en la América de hoy (y en la del último siglo) es el conflicto entre individualismo y colectivismo. La vida del individuo: ¿Le pertenece a él mismo? ¿O bien le pertenece al grupo (a la comunidad, sociedad o Estado)? Con el gobierno expandiéndose cada vez más deprisa, incautando y gastando más y más de nuestro dinero en programas de “bienestar” y rescates corporativos, y entrometiéndose cada vez más onerosamente en nuestras vidas y negocios, la necesidad de comprender bien este tema nunca ha sido mayor. Comencemos definiendo los términos en cuestión.

El individualismo es la idea de que la vida del individuo le pertenece a él, de que éste tiene un derecho inalienable a vivir a su antojo, a actuar según sus propios criterios, a disponer de los productos de su esfuerzo y a perseguir sus propios valores. Es la idea de que el individuo es soberano, un fin en sí mismo, y la unidad fundamental de la moral. Este fue el ideal que trataron de establecer los fundadores de Estados Unidos cuando redactaron la Declaración de Independencia y la Constitución, creando un país donde debían reconocerse y protegerse los derechos del individuo a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la búsqueda de la felicidad.

El colectivismo es la idea de que la vida del individuo no le pertenece a él sino al grupo o sociedad de la que él es sólo una parte. Según el colectivismo, el individuo no tiene derechos y sus aspiraciones y valores deben ser sacrificados por el “bien mayor” del grupo, el cual constituye, pues, la unidad moral básica. La persona sólo tiene valor en tanto que sirve al grupo. Como lo expresa un proponente de esta ideología:

El hombre no tiene más derechos que los que la sociedad le permite disfrutar. Desde que nace hasta que muere, la sociedad le deja disfrutar de algunos de esos llamados derechos y le priva de los demás . . . no porque la sociedad tenga ningún especial interés en favorecer u oprimir al individuo, sino porque la conservación, bienestar y felicidad de la propia sociedad son las consideraciones prioritarias [1].

¿Individualismo o colectivismo? ¿Cuál de estas ideas es la correcta? ¿Cuál tiene los hechos de su lado?
Sin duda el individualismo. Podemos comprobarlo a todos los niveles de indagación filosófica: a nivel de metafísica (la rama de la filosofía que se ocupa de la naturaleza fundamental de la realidad), de epistemología (la rama que trata de qué es y cómo se adquiere el conocimiento), de ética (que se pregunta qué tiene valor y cuál es la conducta humana apropiada) y de política (que busca el sistema social adecuado). Consideraremos esos niveles uno por uno.

Metafísica, Individualismo y Colectivismo

Cuando miramos al mundo y vemos gente, lo que vemos son individuos separados y distintos. Los individuos pueden estar en grupos (por ejemplo, en un equipo de fútbol o una empresa), pero los seres indivisibles que vemos son personas individuales. Cada una tiene su propio cuerpo, su propia mente y su propia vida. Los grupos, en tanto que existen, no son más que personas que se han unido para interactuar con algún propósito. Este es un hecho observable sobre la naturaleza del mundo. No es una cuestión de opinión personal ni de convención social. Ni siquiera puede ser debatido racionalmente. Es un hecho perceptual de la metafísica. Las cosas son lo que son. Y los seres humanos son individuos.

Una hermosa declaración del hecho metafísico del individualismo fue proporcionada por el ex-esclavo Frederick Douglass en una carta que escribió a su ex-“amo” Thomas Auld después de escapar de su esclavitud en Maryland y huir a Nueva York. “A menudo he pensado que querría explicarte cómo me justifico a mí mismo mi huída” escribió Douglass. “Casi me averguenza contártelo, ya que a estas alturas deberías haberlo descubierto por ti mismo. Pero aun y así lo haré”. Ves, dijo Douglass:

frederick-douglassYo soy yo. Tú eres tú. Somos dos personas distintas, personas por igual. Lo que tú eres, yo soy. Tú eres un hombre, yo también. Dios nos creó a ambos y nos hizo seres separados. Yo no estoy por naturaleza unido a ti, ni tú a mí. La naturaleza no hace que tu existencia dependa de mí, ni que la mía dependa de ti. Yo no puedo caminar con tus piernas, ni tú con las mías. Yo no puedo respirar por ti, ni tú por mí. Yo debo respirar por mí mismo, y tú por ti mismo. Somos personas distintas, cada una igualmente dotada con las facultades necesarias para su existencia individual. Al dejarte no me he llevado nada que no me perteneciera, y de ninguna manera he disminuido tus medios para ganarte la vida honestamente. Tus facultades se quedaron contigo y las mías pasaron a servir a su legítimo dueño [2].

Aunque pueda cuestionarse la noción de que “Dios” crea a las personas, la afirmación metafísica básica de Douglass es claramente cierta. Los seres humanos son por naturaleza seres separados, distintos, cada uno con su propio cuerpo y sus propias facultades necesarias para su propia existencia. Metafísicamente los seres humanos no están pegados ni dependen uno del otro. Cada uno debe usar su propia mente y dirigir su propio cuerpo. Nadie más puede hacerlo en su lugar. Las personas son individuos. “Yo soy yo. Tú eres tú. Somos dos personas distintas”.

El individuo es metafísicamente real; existe por sí mismo; es la unidad básica de la vida humana. Los grupos o colectivos de gente, ya sean familias, asociaciones, comunidades o sociedades, no son metafísicamente reales; no existen por sí mismos; no son las unidades fundamentales de la vida humana. Por contra, los grupos son un cierto número de individuos. Esto es perceptualmente obvio. Podemos ver que es así.

¿Quién dice lo contrario? Los colectivistas. John Dewey, uno de los padres del pragmatismo y del progresismo moderno, explica la idea colectivista así:

La sociedad, en su carácter estructural y unitario, es la verdadera realidad. El individuo no social es una abstracción alcanzada imaginando lo que sería el hombre si se le quitaran todas sus cualidades humanas. La sociedad, como un ente real, es el orden normal, mientras que la masa como agregado de unidades aisladas es la ficción [3].

Según el colectivismo, el grupo o sociedad es metafísicamente real y la persona es una mera abstracción, una ficción [4].

Esto es, por supuesto, ridículo, pero ahí lo tienen. En la metafísica del colectivismo, tú y yo (y el señor Douglass) somos ficticios. Sólo nos volvemos reales cuando nos interrelacionamos con la sociedad. En breve escucharemos concretamente cómo debemos interrelacionarnos con el colectivo para poder formar parte del “ente real”.

Pasemos ahora a la rama de la filosofía que se ocupa de la naturaleza del conocimiento.

Epistemología, Individualismo y Colectivismo

¿Qué es el conocimiento? ¿De dónde viene? ¿Cómo sabemos lo que es verdad? El conocimiento es la comprensión mental de hechos de la realidad alcanzada mediante observaciones perceptivas o mediante razonamientos basados en dichas observaciones [5].

¿Quién mira la realidad, oye la realidad, toca la realidad, razona sobre la realidad y así adquiere conocimiento de la realidad? El individuo lo hace. Es el individuo quien posee ojos, oídos, manos y demás. Es el individuo quien posee una mente y la capacidad para utilizarla. Él es quien percibe la realidad (perros, gatos, pájaros, la muerte); quien integra sus percepciones en conceptos (“perro”, “animal”, “mortal”); quien integra sus conceptos en generalizaciones (“los perros pueden morder”, “los animales son mortales”); quien forma principios (“los animales, incluido el hombre, deben tomar ciertas acciones para sobrevivir”, “el hombre necesita libertad para vivir y prosperar”); etcétera. El conocimiento es un producto de las observaciones perceptivas e integraciones mentales de los individuos.

Por supuesto, las personas pueden aprender de otras personas, pueden enseñar a otros lo que han aprendido, y lo pueden hacer en grupos. Pero en cualquier tipo de transmisión de conocimientos, son los sentidos del individuo los que llevan a cabo la percepción y su mente la que efectúa la integración. Los grupos no tienen aparatos sensoriales ni mentes, sólo los individuos. Esta también es una verdad inexpugnable. Pero eso no impide a los colectivistas negarla.

“El principio epistemológico relevante”, escribe Helen Longino (directora del departamento de filosofía de la Universidad de Stanford) es que “el conocimiento es generado por procesos cognitivos fundamentalmente sociales”. Por supuesto, dice, que “sin individuos no habría conocimiento”, ya que “el mundo natural entra en la cognición a través de sus sistemas sensoriales. . . Sin embargo, las actividades de construcción del conocimiento son actividades de los individuos en interacción”. Por lo tanto, el conocimiento “no lo construyen los individuos sino una comunidad dialógica interactiva” [6].

A ti no se te podrían ocurrir estas ideas. Pero sí a una “comunidad dialógica interactiva”.

Si bien es cierto (y no debería hacer falta mencionarlo) que los individuos en una sociedad pueden intercambiar ideas y aprender unos de otros, eso no cambia el hecho básico de que es el individuo, no la comunidad, quien tiene una mente; es el individuo, no el grupo, quien piensa; es el individuo, no la sociedad, quien crea el conocimiento; y es el individuo, no la sociedad, quien comparte ese conocimiento con otras personas que, a su vez, deben utilizar sus mentes individuales para comprenderlo. Cualquier individuo que observe los hechos de la realidad puede ver que esto es así. El hecho de que ciertos “filósofos” (o “comunidades dialógicas”) lo nieguen no afecta a esa realidad.

La epistemología correcta, la que dice la verdad sobre el origen y naturaleza del conocimiento, está en el lado del individualismo, no del colectivismo.

A continuación trataremos de las perspectivas morales que derivan de cada una de estas ideologías.

Ética, Individualismo y Colectivismo

¿Cuál es la naturaleza del bien y el mal, lo correcto e incorrecto? ¿En base a qué principios debería actuar la gente? Tales son las cuestiones de la ética o la moral, términos que utilizo indistintamente. ¿Por qué surgen estas preguntas? ¿Por qué necesitamos responderlas? Tales preguntas surgen y requieren respuesta sólo porque los individuos existen y necesitan principios que les guíen acerca de cómo vivir y prosperar.

No nacemos sabiendo cómo sobrevivir y alcanzar la felicidad. Tampoco adquirimos tales conocimientos de forma automática. Y si los adquirimos tampoco los ponemos automáticamente en práctica (valgan como prueba las innumerables personas miserables que hay en el mundo). Si queremos vivir y prosperar, necesitamos principios que nos guíen hacia esos objetivos. La ética es la rama de la filosofía dedicada a proporcionar dichos principios.

Por ejemplo, una moral adecuada le dice al individuo: Básate en la razón, no en la fe o sentimientos (observa la realidad, identifica la naturaleza de las cosas, establece conexiones causales, aplica la lógica): pues la razón es tu único medio para adquirir conocimiento y por tanto para escoger valores y alcanzar objetivos que promuevan la vida. La moral también dice: Sé honesto (no pretendas que los hechos no son lo que son, no construyas mundos alternativos en tu mente y los trates como si fueran reales): pues la realidad es absoluta y no va a dejar de existir porque tú así lo finjas, y porque necesitas comprender el mundo real para tener éxito en él. La moralidad también proporciona orientación específica para tratar con la gente. Por ejemplo, te dice: Sé justo (juzga racionalmente a las personas, en base a los hechos disponibles y pertinentes, y trátalas en consecuencia, como se merecen): pues ello es crucial para establecer y mantener buenas relaciones y para evitar, terminar o gestionar las malas. Y la moral dice: Sé independiente (piensa y juzga por ti mismo, no mires a los demás para decidir qué creer o aceptar): pues la verdad no es correspondencia con las perspectivas de otras personas sino correspondencia con los hechos de la realidad. Etcétera.

Mediante dicha orientación (y lo anterior es sólo una breve muestra), la moral capacita al individuo para vivir y prosperar. Y ese es precisamente el objetivo de la guía moral: ayudar al individuo a elegir y lograr valores y metas que fomenten la vida, como una educación, una carrera, actividades recreativas, amistades, y amores. El propósito de la moralidad es, como dijo la gran individualista Ayn Rand, enseñarte a vivir y a disfrutar de ti mismo.

Así como el individuo, no el grupo, es metafísicamente real (y así como el individuo, no el colectivo, tiene una mente y piensa), así también el individuo, no la comunidad o sociedad, es la unidad moral fundamental. Moralmente el individuo es un fin en sí mismo, no un medio para los fines de otros. Cada individuo debería perseguir aquello que valora en su vida y respetar el derecho de los demás a hacer lo mismo. Esta es la moral que se deriva de la metafísica y la epistemología del individualismo.

¿Qué moral deriva de la metafísica y epistemología del colectivismo? Justo lo que cabe esperar: una moral en la que el colectivo es la unidad moral básica.

Respecto a la visión colectivista de la moral, explica el intelectual “progresista” A. Maurice Low, “Más que ninguna otra cosa, lo que marca la distinción entre sociedad civilizada y no civilizada es que en la primera el individuo no es nada y la sociedad lo es todo, mientras que en la segunda la sociedad no es nada y el individuo lo es todo”. Mr. Low ayudó con la definición de colectivismo presentada al principio de este artículo. Aquí lo elabora con énfasis en el supuesto “civismo” del colectivismo:

En una sociedad civilizada el hombre no tiene más derechos que los que la sociedad le permite disfrutar. Desde que nace hasta que muere, la sociedad le deja disfrutar de algunos de esos llamados derechos y le priva de los demás . . . no porque la sociedad tenga ningún especial interés en favorecer u oprimir al individuo, sino porque la conservación, bienestar y felicidad de la propia sociedad son las consideraciones prioritarias. Y para que la sociedad no desaparezca, para que pueda alcanzar un plano aún más elevado, para que los hombres y mujeres puedan ser mejores ciudadanos, la sociedad les otorga ciertos privilegios y les restringe otros. En el ejercicio de este poder el individuo es a veces sometido a grandes inconvenientes. A veces sufre incluso lo que parece ser injusto. Aunque lamentable, esto es inevitable. El objetivo de la sociedad civilizada es hacer el mayor bien para el mayor número. Y para que el mayor número pueda beneficiarse al máximo el individuo debe subordinar sus propios deseos e inclinaciones en beneficio de todos [7].

Dado que Mr. Low escribió esto en 1913, antes de que Stalin, Mao, Hitler, Mussolini, Pol Pot y compañía torturaran y asesinaran a cientos de millones de personas explícitamente en nombre de “el mayor bien para el mayor número”, se puede ser un poco indulgente con él. Los colectivistas de hoy en día, sin embargo, no tienen tal excusa.

Como escribió Ayn Rand en 1946, y como todo adulto pensante puede ahora apreciar:

“El mayor bien para el mayor número” es una de las consignas más viles jamás impuestas a la humanidad. Este lema no tiene ningún significado concreto. No puede interpretarse con benevolencia pero sí usarse para justificar las más terribles atrocidades.

¿Cuál es la definición de “bien” en esta consigna? Cualquier cosa que beneficie al mayor número. ¿Y quién decide en cada ocasión lo que es bueno para el mayor número? El mayor número lo decide. Si esto te parece moralmente aceptable, entonces deberías aprobar los ejemplos siguientes, que son rigurosas aplicaciones prácticas de este eslogan: el 51% de la humanidad esclavizando al otro 49%; nueve caníbales hambrientos comiéndose al décimo; una multitud linchando a un hombre al que consideran peligroso para la comunidad.  

En Alemania había setenta millones de alemanes y seis cientos mil judíos. El mayor número (los alemanes) apoyó al gobierno nazi, que les dijo que su mayor bien consistía en exterminar al menor número (los judíos) y arrebatarles su propiedad. Este fue el horror al que se llegó aplicando en la práctica un lema vil aceptado en la teoría.

Sin embargo, podrías decir, en estos ejemplos la mayoría no logró ningún verdadero bien para sí misma. Efectivamente no lo hizo. Pues “el bien” no se consigue contando números ni sacrificando a nadie por nadie [8].

La moral colectivista es obviamente maligna y demostrablemente falsa. Por lógica, el bien de la comunidad no puede tener prioridad sobre el bien del individuo, pues la única razón por la que se requieren conceptos morales tales como “el bien” y “el deber” es que los individuos existen y necesitan principios que les guíen para sostener y mejorar sus vidas. Cualquier intento de que la moral se oponga al individuo (unidad fundamental de la realidad humana y por tanto también de la moral) no sólo es un crimen moral sino un intento de aniquilar a la moralidad como tal.

No cabe duda de que las sociedades (que consisten en individuos) también necesitan principios morales, pero sólo para permitir a los individuos actuar de la forma apropiada para mantener y mejorar sus propias vidas. Por lo tanto, para ser civilizada, una sociedad debe adoptar un principio moral: el principio de los derechos individuales. Es decir, la sociedad debe reconocer que cada individuo es moralmente un fin en sí mismo y tiene la prerrogativa moral de actuar según su propio juicio para su propio beneficio, libre de coacción por los demás. En base a este principio, cada individuo tiene derecho a pensar y actuar a su antojo; a producir y comercializar los productos de sus esfuerzos voluntariamente, con consentimiento mutuo y para beneficio mutuo; a ignorar a quienes se quejan de que no presta sus servicios a algún supuesto “bien mayor”; y nadie, incluyendo grupos y gobiernos, tiene derecho a obligarle a actuar en contra de su propio juicio. Nunca jamás.

Esto nos lleva al terreno de la política.

Política, Individualismo y Colectivismo

La política del individualismo es esencialmente lo que tenían en mente los fundadores americanos cuando crearon los Estados Unidos, aunque no fueran capaces de implementarlo a la perfección: una tierra de libertad, una sociedad en la que el gobierno hace una sola cosa y la hace bien: proteger por igual los derechos de todos los individuos mediante la prohibición del uso de la fuerza física en las relaciones sociales y mediante el uso de la fuerza sólo en respuesta a agresiones y sólo contra los agresores. En una sociedad así, el gobierno utiliza la fuerza si es necesario contra ladrones, extorsionistas, asesinos, violadores, terroristas y similares, pero deja a los ciudadanos pacíficos y respetuosos completamente libres de vivir sus vidas y buscar su felicidad según sus propios criterios.

Con ese fin, un gobierno adecuado consiste en asambleas legislativas, tribunales, policía, ejército y cualesquiera otras ramas necesarias para la protección de los derechos individuales. Esta es la esencia de la política del individualismo, que es consecuencia lógica de la metafísica, la epistemología y la ética del individualismo.

Qué política deriva de la metafísica, epistemología y ética del colectivismo?

“América nunca funciona mejor que cuando sus ciudadanos dejan a un lado su propio interés para hacer grandes cosas juntos, cuando elevamos el bien común”, escribe David Callahan del centro de pensamiento colectivista Demos [9].

Michael Tomasky, editor de Democracia, lo elabora, explicando que el progresismo moderno “se basa en la idea (el principio filosófico) de que los ciudadanos deben ser llamados a mirar más allá de su propio interés y trabajar por un más elevado interés común”:

Esto, históricamente, es la base moral del gobierno izquierdista: no la justicia, no la igualdad, no los derechos, no la diversidad, no el gobierno, y ni siquiera la prosperidad u oportunidad. La gobernancia progresista consiste en exigir a los ciudadanos que equilibren su propio interés con el interés común  . . . Esta es la única justificación que los líderes pueden presentar a los ciudadanos: que a todos se les pide que contribuyan a un proyecto mayor que ellos mismos . . . ciudadanos sacrificándose y participando en la creación de un bien común [10].

Esta es la ideología de la izquierda de hoy, incluyendo, por supuesto, al presidente Barack Obama. En sus palabras, debemos escuchar la “llamada al sacrificio” y defender nuestra “obligación ética y moral central” de “cuidar unos de otros” y “estar unidos al servicio de un bien mayor” [11]. “Las acciones y sueños individuales no son suficientes. Debemos unirnos en la acción colectiva y construir instituciones y organizaciones colectivas” [12].

Pero los “izquierdistas” modernos y los nuevos “progresistas” no están solos en su defensa de la política del colectivismo. Junto a ellos están los impostores de la derecha, como Rick Santorum, quienes se presentan como defensores de la libertad pero, en su perversa defensa, aniquilan el mismo concepto de libertad.

“Correctamente definida,” escribe Santorum, “la libertad va unida a la responsabilidad sobre algo más grande que uno mismo. Consiste en perseguir nuestros sueños a la vez que el bien común. La libertad es la doble actividad de levantar la vista hacia al cielo al mismo tiempo que extendemos nuestras manos y corazones a nuestros vecinos” [13]. No es “la libertad de ser todo lo egoísta que yo quiera ser”, o “la libertad de que me dejen tranquilo” sino “la libertad de cumplir con mis deberes: hacia Dios, hacia la familia y hacia los vecinos” [14].

Este es el estado de la política americana actual y esta es la elección a la que nos enfrentamos: podemos seguir pasando por alto que el colectivismo está podrido de principio a fin y seguir firmes en nuestra ruta hacia el estatismo y la tiranía o, alternativamente, podemos mirar la realidad, usar nuestras mentes, reconocer las absurdidades del colectivismo y las atrocidades que de él derivan y gritar la verdad a los cuatro vientos y a través de internet.

¿Qué pasaría si hiciéramos esto último? Como dijo Ayn ​​Rand, “Te sorprenderías de lo rápido que se retiran los ideólogos del colectivismo cuando se encuentran con un adversario intelectualmente seguro de sí mismo. Su defensa se basa en apelar a la confusión, ignorancia, deshonradez, cobardía y desesperación humanas. Usa el arma que ellos no pueden usar: apela a la inteligencia humana” [15].



Endnotes
1 A. Maurice Low, “What is Socialism? III: An Explanation of ‘The Rights’ Men Enjoy in a State of Civilized Society,” The North American Review, vol. 197, no. 688 (March 1913), p. 406.

2 Letter to Thomas Auld, September 3, 1848, in Frederick Douglass: Selected Speeches and Writings (Chicago: Lawrence Hill Books, 1999). Also available online at http://www.yale.edu/glc/archive/1121.htm.

3 John Dewey, “The Ethics of Democracy,” in The Early Works of John Dewey, Volume 1, 18821898: Early Essays and Leibniz’s New Essays, 18821888, edited by Jo Ann Boydston and George E. Axetell (Carbondale, IL: Southern Illinois University Press, 2008), p. 232.

4 The roots of this idea can be found in Plato’s The Republic.

5 Cf. Ayn Rand, Introduction to Objectivist Epistemology, 2nd ed., edited by Harry Binswanger and Leonard Peikoff (New York: Penguin, 1990), p. 35.

6 Helen E. Longino, “Knowledge in Social Theories of Science,” in Socializing Epistemology: The Social Dimensions of Knowledge, edited by Frederick F. Schmitt (Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 1994), pp. 139, 142–43.

7 Low, “What is Socialism? III,” pp. 405–6.

8 Ayn Rand, “Textbook of Americanism,” in The Ayn Rand Column (New Milford, CT: Second Renaissance Books, 1998), p. 90.

9 David Callahan, “The Biggest Idea in Obama’s Speech: A Common Good,” The Demos Weblog, January 26, 2012, http://www.policyshop.net/home/2012/1/26/the-biggest-idea-in-obamas-speech-a-common-good.html.

10 Michael Tomasky, “Party in Search of a Notion,” The American Prospect, April 18, 2006. Available online at http://prospect.org/article/party-search-notion.

11 Barack Obama, Keynote Address, Sojourners/Call to Renewal-sponsored Pentecost conference, June 2006, http://www.sojo.net/index.cfm?action=news.display_article&mode=C&NewsID=5454; Penny Starr, “Obama Calls Health Care a ‘Moral Obligation,’ But Pro-lifers Say Tax Money for Abortions Is ‘Moral’ Issue,” August 21, 2009, http://www.cnsnews.com/news/article/52844; Obama, Commencement Speech at Wesleyan University, 2008, http://www.wesleyan.edu/newsrel/announcements/rc_2008/obama_speech.html.

12 Hank De Zutter, “What Makes Obama Run?,” Chicago Reader, December 7, 1995. Available online at http://www.chicagoreader.com/chicago/what-makes-obama-run/Content?oid=889221.

13 Rick Santorum, It Takes a Family (Intercollegiate Studies Institute, 2005), pp. 14–15.

14 Jonathan Rauch, “A Frothy Mixture of Collectivism and Conservatism: America’s Anti-Reagan Isn’t Hillary Clinton. It’s Rick Santorum,” Reason Magazine, September 6, 2005. Available online at http://reason.com/archives/2005/09/06/a-frothy-mixture-of-collectivi.

15 Ayn Rand, “The Cashing-In: The Student ‘Rebellion,’” in Capitalism: The Unknown Ideal (New York: Signet, 1967), p. 269.

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